lunes, 11 de mayo de 2009

Primer día – El viaje (675,5 Km)

He titulado este primer día así porque realmente fue “el viaje”. Recorrimos un total de 420 millas, unas ocho horas en coche. Una verdadera paliza y sobre todo sabiendo lo que ocurriría y como dormiríamos aquella noche.

Me desperté temprano, sobre las 6:00 de la mañana. Tuve que acompañar a una amiga a la estación de buses de Leeds. Había dejado la maleta preparada la noche anterior con mi ropa “pa destrozar” y unas ilusiones agotadas en el caos de la noche anterior. Al volver a casa intente dormir un poco, pero como comprenderéis fue imposible. Sobre las 8:00 llegué a casa de Jon, lugar de encuentro fijado. Nos habíamos repartido el equipo y el trabajo, Fede y Lolo irían a por el coche al lugar donde nos lo alquilaban. En casa de Jon dormía (literalmente) un amigo que había venido a visitarnos, mientras nosotros alrededor haciendo cosas (seguíamos con los preparativos del viaje:), probando música… el caos seguía con nosotros. Suena el teléfono, llama Fede, no pueden recoger el coche, hay que pagar más dinero de fianza… No sé como pero consiguen arreglarlo después de que a todos nos apareciera un par de extrañas bolas en la garganta (después de ese anuncio las extrañas bolas q había aparecido en nuestras gargantas volvieron a su lugar de procedencia). Pero la extraña sensación de que el desorden aún no nos había abandonado seguía con nosotros.
Recibimos con cierta alegría que el coche no trae IPOD y por tanto no tendríamos que aguantar la infernal música de Fede todo el viaje. Así que el único que tenía un disco era Jon y era un tanto… peculiar. Aunque después de tantas horas escuchando las mismas canciones te terminas enamorando, es inevitable.

Aparecen estos dos locos (Fede y Lolo) con el coche. Esperábamos un monovolumen enorme y espacioso, donde podríamos dormir estirados cual pradera británica batida por el sol estival…y nos encontramos una madriguera destartalada que hasta un troll de mala muerte desecharía. Después de unas risas nerviosas empezamos a traer todos los bártulos. El coche era realmente pequeño, había demasiadas cosas. Menos mal que éramos seis y el asiento libre pudimos usarlo. Pero aún así parecía imposible. El problema, el de siempre, demasiada cerveza. Preferíamos dejar la ropa y llevar la cerveza, algo realmente ilógico ya que el dorado néctar se puede adquirir en cualquier parte. Discutimos un buen rato y tras el cruce de un par de pardieces y el intento de cuchillada de Fede (a no que eso pasó semanas mas tarde, guiño a Fede), pudimos encajar todos los útiles y poner rumbo traqueteante a las lomas norteñas.

El viaje sólo acaba de comenzar. Dimos varios rodeos por el centro de Leeds, era extraño, tanto tiempo viviendo en Leeds… ¡Y no sabíamos salir de la ciudad! Vivíamos oscilantes entre el morir con ojos abiertos o dormidos, un sentimiento que no nos abandono hasta que volvimos a poner pie en Leeds una semana después. Los primeros roces con la forma de conducir inglesa dieron sus frutos. Nada más abandonar el centro nuestro hábil conductor entro por dirección contraria por una calle de tres carriles abarrotada de coches. La vena sádica que todo el mundo contiene nos dominó y aún sabiendo que íbamos a morir, nos resultó bastante divertido ver como todos los coches que venían de frente tras un semáforo frenaron bruscamente. Allí estaban esos ingleses preguntándose porque ese coche iba en dirección contraria con seis tíos riéndose como locos dentro.

Ya en la autopista, Fede quiso poner a prueba la estabilidad del auto (he repetido mucho la palabra coche). Nos cogió desprevenidos, empezó a dar volantazos y a culear cual rally neocelandés sin contar con el pesado equipaje que el coche cargaba detrás. Las cosas se iban de las manos, al pobre Lolo le tocó el sillón de atrás y terminó sepultado por una montaña de abrigos, maletas y mantas. Nunca lo reconocerá, pero Fede sabía que un tumbo más y volcaríamos. Al poco casi entra en una rotonda al revés y pasa casi por encima, pero es un error permisible, ya que infernalmente las rotondas son hacia el lado contario ¡Y hay rotondas hasta en mitad de las autopistas!

En poco más de cuatro horitas llegamos a Glasgow, ciudad más habitada de Escocia. El olor a barrica de whisky y a viento que levanta faldas pobladas por pelitos varoniles impregna el aire. Cruzamos la ciudad, realmente fea por cierto, y llegamos a un área de descanso rodeado de verdes montes y dulces ensenadas cruzadas por barcos a vapor. Todo idílico y reconfortante, hasta que nadie sabía abrir la maldita puertecita del depósito de la gasolina. Incluso llamamos a un policía que tampoco podía, nosotros sin gasolina a 4 horas de casa en coche, una locura. Buscamos las instrucciones del coche y nada, nadie sabía. Luego de un rato, alguien calló en la cuenta de girar una palanquita o algo así. Pudimos comer y beber unas cervezas antes de proseguir el camino al norte, aún nos queda mucho por conducir.

Os preguntareis porque 600Km. nos llevó tanto tiempo. Es sencillo, las autopistas desaparecían en Glasgow. A partir de allí todo eran pequeñas carreteras y algunas especialmente temerarias. Como una que recorría el mayor lago de Escocia, conocido como Loch Lomond. Iba justo pegado al lago por un lado y las paredes de roca por otro, casi sin espacio para circular. Y Fede… a 120Km. /h. gritando como un loco mientras Jon se santiguaba. Así que tuvimos que obligarle a reducir a base de “como sigas así Fede te vomito en la nuca” y andar con más precaución.

El paisaje realmente increíble, lagos inmensos con islas enanas que nadaban gozosas en ese mar cristalino. Los pequeños veleros escondían viejos vikingos atrapados en lejanas aventuras. Bueno que se me va, Escocia tiene un paisaje de ensueño realmente, aunque estábamos algo decepcionados porque el frío invernal había matado toda la hierba del jodido país y parecía que conducíamos por Castilla en Agosto, si no fuera por el frío avernal. En cada montaña había varias cascadas a causa del deshielo y la humedad era impresionante, así como el gélido frío, esto prometía. Por fin ya adentrados en las Highlands, pudimos observar el castillo de Eilean Donan, ósea el castillo de la película de Los Inmortales, también hizo sus cameos en Braveheart y otras. Era un paisaje precioso pero tanto placer bucólico fue desmantelado por la aparición de dos ocas. Estos animales tan peligroso despertaron el instinto asesino de Alberto, no pudo evitarlo y las persiguió cual troglodita hambriento por buena parte del recinto sin poder alcanzarlas. Ya dentro después de un par de caídas y de colarnos (como no) en el castillo, proseguimos el camino.

Empezamos a vislumbrar nuestro destino, la isla de Skye. El lugar más bonito de Escocia, o eso dicen, para mi lo es aunque la primera impresión no fue muy buena. Después de cruzar el puente de Kyle of Lochalsh (creo que se escribe así), el paisaje era descorazonador con tanta hierba y roca, y claro está las imperecederas ovejas británicas. Tanto fue así que Fede tronaba “¡esto es el puto Mordor, vámonos de esta roca ya!”. Conseguimos tras varios intentos de volantazos mantenerlo fijo hasta llegar a la “capital” de la isla, llamada Portree. Este sitio tiene 2.000 habitantes y al llegar sonaban gaitas, realmente épico. Dimos una vuelta al pueblo (2 minutos) y la noche se nos había echado encima ya. Comimos en la plaza e hicimos nuestra minibotellona con cervecita buena. Creo que era la mayor concentración de gente que veía el pueblo en años.

Tras esto, fuimos a un cercano pub (en la misma plaza) y allí decidimos apalancar nuestros apaleados culos. Ambiente acogedor, chimenea, pueblerinos, fútbol británico en la tele y música gaélica en directo, todo un paraíso para el aventurero. Disfrutamos de la música, sobre todo cuando tocaron el Último Mohicano con el violín. La noche cerraba y nerviosos discutíamos que hacer para dormir, el coche era tortura asegurada pero no había otro lugar. Hablamos sobre la posibilidad de seducir a unas mozas pero la cosa estaba chunga en el pueblo, y la única apetecible era también “guiri”. Aunque Lolo no dudó en intentarlo tras una apuesta basada en pintas, típica Erasmus (Nota personal de Lolo el editor: Sin ningún éxito, típico de mí).

Ellos salieron del pub, digo ellos porque yo había salido bastante antes, pues me había entrado un extraño frenesí y necesitaba robar una bandera escocesa, aun recorriéndome todo el pueblo, en incluso el muelle y sus barcos, no encontré nada. Aparcamos el coche en una calle oscura. Buscamos algunos lugares pero fue imposible. Lolo se acomodó en su madriguera trasera y los demás como pudimos. Al poco el ambiente se hizo insoportable y Fede, Alberto y Aingeru decidieron dormir al raso. Se tumbaron en la carretera cual muertos en una cuneta con el peligro acechante de morir aplastados por un despistado. Al parecer el aire gélido les fustigaba la cara tan vorazmente que no les dejaba conciliar bien el sueño. Mientras, nosotros, los del coche, dormíamos agustisimo, (entiéndase por agustisimo dormir con las piernas ligeramente estiradas y en un sitio que apesta a humanidad). Pero el paraíso duro dos horas, a la que volvieron al coche artos del frío. Fede entró en exacerbación (que sinónimos más raros busca el Word) y quiso ponerse en marcha y recorrer la isla de noche, decir tiene que no es una isla pequeña ni por asomo. Fede arrancó el coche y empezó a conducir en dirección contraria con nosotros dentro, discutimos, gritamos y todo en plena noche, un pueblo desierto, seis españoles (como no) en mitad de la vieja Escocia. Al final solo cambiamos del lugar el coche y decidimos dormir hasta las 6:00, pero fue imposible ya que todos nos quedamos extrañamente dormidos muy profundamente.

Al poco despertamos con ganas de ir a cazar focas. El segundo día comenzaba…

Personaje del día. Fede: Voy a dedicar después de cada día unas líneas a la evolución psicoemocional de cada personaje a lo largo del viaje. El primero en sufrir este estúpido análisis es Federico, está claro, nuestro conductor favorito merecía el día del viaje. Este señor de mentalidad disfuncional podría definirse como Bad Motherfucker (Hijo de puta peligroso, según Pulp Fiction). Es una persona que puede estar perfecta y al rato en frenesí, para cambiar a una depresión amarga y culminar con un sueñecito en mitad de cualquier lugar, pongamos… una discoteca. Es alguien que odia con amor (si es posible), y su frases mas recurridas son “este lugar es una puta mierda”, “llama a las zorras para zorrear”, “es que paso” o “why not?”. Divertido sin duda, pero en el viaje vimos su lado más tierno, en momentos que iré narrando a lo largo del camino. Por tanto es un buen compañero que le da ánimos y “mala salsa” a los momentos convirtiéndolos en como diría nuestro amigo Barney Stinson “legen-dary”. Pero si es verdad que tiene cierto poder subyugador para atraer al lado oscuro. Lo que quiero decir y no digo, es que Fede tiene un lado bueno, el que siempre esta ahí para decirte “eres una maricona” al oído y sacarte una sonrisa. Y fue exactamente eso lo que fue demostrando a lo largo de tan largo viaje.

2 comentarios:

  1. Anónimo13/5/09

    me estoy riendo un montón!!!! y después de cuatro meses os estoy viendo de nuevo!! seis locos sueltos por escocia! esto es genial !!

    maria zgz

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  2. oleeeeeee que ilusion que le guste a la gente!

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