lunes, 11 de mayo de 2009

Introducción:

Bueno para empezar, responder una serie de preguntas que ustedes e incluso mi persona se plantean a la hora de escribir u/o/e/i/a (me lío) leer. ¿Por qué? Realmente creo que merece la pena ser escuchado u/o… bueno ya sabéis… leído este relato de aventuras. Protagonizado por un hilarante grupo de hispano-ibéricos-norafricanos-sureuropeos. Ejemplo de multiculturalidad propia de esta nuestra (por desgracia o gracia, eso lo dejo a cada uno) patria. De nuevo ¿Por qué ustedes/ellos? Bueno un buen grupo de amigos que se conocen desde hace tres cuartos de hora decidieron ponerse en marcha, vivir aventuras a lo hollywood en el ignoto país de vaca-yamas y seagols. Básicamente me da la gana escribirlo y vosotros leerlo así que iré relatando día por día las desventuras de tamaños personajes.

El origen de toda esta locura llamada viaje nace hace eones, en uno de esos días lastrosos y pegajosos post-oceana (discoteca frecuentada por los erasmus de aquí) en donde cual Meca acudimos a la cocina de Jon a quejarnos o reírnos de lo ocurrido la noche anterior. Así que entre estertores de sidra mala y cerveza aún peor, nació la idea de alquilar un coche y viajar por el norte.

Para los que no sepan de que va todo esto y piense que hace el carajote este escribiendo sobre algo que parece muy interesante pero que tiene pinta de no serlo, pues vamos a explicar. Por una alineación indebida de confabulados astros se conocieron una serie de personas en una ciudad en WestYorkshire al norte de Inglaterra, llamada Leeds. El primero de ellos es Jon, un vasco de la casta de los huevos cuadraos, un ingeniero no “friki”, un autentico irundarra. Por otro lado también tenemos a Aingeru, otro vascongado, también ingeniero pero de los que lo mismo no saben hacerte una tortilla pero si saben hacer que funcione un sistema de alta seguridad en un edificio inteligente gubernamental, parece que no se entera de nada… “parece”. Ambos independentistas “pasivos” vascos, que te pegan ahí el sablazo cuando menos lo esperas. Así que imaginaros estos con estos dos que vienen ahora. Federico apodado “FEDE” así con mayúsculas, el típico madrileño chulo que puede estar muriéndose de frío en el Lago Ness y decir “esto es un puto paseo…”, intentar matarnos con el coche, acosar a las mujeres y “cremar” por las ciudades del mundo. Ni que decir tiene que Fede odia TODO, y cuando digo TODO es TODO. Junto a él, está Javier al que apodan Lolo, algo incomprensible, pero a medida que se desarrolla la historia veréis que es un personaje bastante incomprensible. Vive con una desgana tan aguda, que es hasta cierto punto admirable. Podríais decirle que está el mundo ardiendo y se encogerá de hombros y fruncirá los labios (lo tiene estudiado) y dirá… “vale”. Dos vascos, dos madrileños… salseo asegurado. Sólo nos quedan dos. Imagínense, al cantabro más bonachón del mundo, si ese “típico” heavy-físico de toda la vida, que nunca mataría una mosca ya que es como Harry en Harry y los Henderson (si el Bigfoot) y teniendo el mismo corazón que él. Y que por azares del destino conoce al típico catalán que le cambia la vida y le convierte en una maquina de matar animales indefensos e insultar a cada cosa que diga, realmente divertido. Por último mi persona, un gaditano, típico. Un poco vividor que va de intelectual o algo así por la vida y que cree saberlo todo y bueno con cagaditas demuestra que realmente… no sabe nada. Joder ¿uso esto para autocriticarme? Cosa extraña, ¡Que estas to bueno tío! Aunque mis chistes buenos y locuras tengo de vez en cuando, para algo nací en el sur de todo. Bueno ese idiota que tiene tanto tiempo libre que escribe esto creyendo que alguien lo leerá… ese soy yo.

Tenemos el viaje y tenemos a los personajes. Es lunes noche, estamos en el típico pub inglés con olor a madera y sobaco bebiendo las pintas de rigor, cuando aparece Jon con un mapa del Morrisons (supermercado especializado en vendernos todo tipo de bebidas alcohólicas a los erasmus de la zona y mitificado como lugar de encuentros aleatorios) donde señala con exactitud espeluznante (me gusta esta palabra y no sabía donde colocarla) donde hay cada Morrisons en UK. Tenemos mapa, como GPS la parte trasera de una caja de cervezas recortada y como conductor a un suicida en potencia que parece que de pequeño calló en una marmita llena de anfetas. Todo el mundo grita, se habla de zorreo, borracheras y quemar Escocia. Esto promete, porque realmente pasó, QUEMAMOS ESCOCIA.

Primer día – El viaje (675,5 Km)

He titulado este primer día así porque realmente fue “el viaje”. Recorrimos un total de 420 millas, unas ocho horas en coche. Una verdadera paliza y sobre todo sabiendo lo que ocurriría y como dormiríamos aquella noche.

Me desperté temprano, sobre las 6:00 de la mañana. Tuve que acompañar a una amiga a la estación de buses de Leeds. Había dejado la maleta preparada la noche anterior con mi ropa “pa destrozar” y unas ilusiones agotadas en el caos de la noche anterior. Al volver a casa intente dormir un poco, pero como comprenderéis fue imposible. Sobre las 8:00 llegué a casa de Jon, lugar de encuentro fijado. Nos habíamos repartido el equipo y el trabajo, Fede y Lolo irían a por el coche al lugar donde nos lo alquilaban. En casa de Jon dormía (literalmente) un amigo que había venido a visitarnos, mientras nosotros alrededor haciendo cosas (seguíamos con los preparativos del viaje:), probando música… el caos seguía con nosotros. Suena el teléfono, llama Fede, no pueden recoger el coche, hay que pagar más dinero de fianza… No sé como pero consiguen arreglarlo después de que a todos nos apareciera un par de extrañas bolas en la garganta (después de ese anuncio las extrañas bolas q había aparecido en nuestras gargantas volvieron a su lugar de procedencia). Pero la extraña sensación de que el desorden aún no nos había abandonado seguía con nosotros.
Recibimos con cierta alegría que el coche no trae IPOD y por tanto no tendríamos que aguantar la infernal música de Fede todo el viaje. Así que el único que tenía un disco era Jon y era un tanto… peculiar. Aunque después de tantas horas escuchando las mismas canciones te terminas enamorando, es inevitable.

Aparecen estos dos locos (Fede y Lolo) con el coche. Esperábamos un monovolumen enorme y espacioso, donde podríamos dormir estirados cual pradera británica batida por el sol estival…y nos encontramos una madriguera destartalada que hasta un troll de mala muerte desecharía. Después de unas risas nerviosas empezamos a traer todos los bártulos. El coche era realmente pequeño, había demasiadas cosas. Menos mal que éramos seis y el asiento libre pudimos usarlo. Pero aún así parecía imposible. El problema, el de siempre, demasiada cerveza. Preferíamos dejar la ropa y llevar la cerveza, algo realmente ilógico ya que el dorado néctar se puede adquirir en cualquier parte. Discutimos un buen rato y tras el cruce de un par de pardieces y el intento de cuchillada de Fede (a no que eso pasó semanas mas tarde, guiño a Fede), pudimos encajar todos los útiles y poner rumbo traqueteante a las lomas norteñas.

El viaje sólo acaba de comenzar. Dimos varios rodeos por el centro de Leeds, era extraño, tanto tiempo viviendo en Leeds… ¡Y no sabíamos salir de la ciudad! Vivíamos oscilantes entre el morir con ojos abiertos o dormidos, un sentimiento que no nos abandono hasta que volvimos a poner pie en Leeds una semana después. Los primeros roces con la forma de conducir inglesa dieron sus frutos. Nada más abandonar el centro nuestro hábil conductor entro por dirección contraria por una calle de tres carriles abarrotada de coches. La vena sádica que todo el mundo contiene nos dominó y aún sabiendo que íbamos a morir, nos resultó bastante divertido ver como todos los coches que venían de frente tras un semáforo frenaron bruscamente. Allí estaban esos ingleses preguntándose porque ese coche iba en dirección contraria con seis tíos riéndose como locos dentro.

Ya en la autopista, Fede quiso poner a prueba la estabilidad del auto (he repetido mucho la palabra coche). Nos cogió desprevenidos, empezó a dar volantazos y a culear cual rally neocelandés sin contar con el pesado equipaje que el coche cargaba detrás. Las cosas se iban de las manos, al pobre Lolo le tocó el sillón de atrás y terminó sepultado por una montaña de abrigos, maletas y mantas. Nunca lo reconocerá, pero Fede sabía que un tumbo más y volcaríamos. Al poco casi entra en una rotonda al revés y pasa casi por encima, pero es un error permisible, ya que infernalmente las rotondas son hacia el lado contario ¡Y hay rotondas hasta en mitad de las autopistas!

En poco más de cuatro horitas llegamos a Glasgow, ciudad más habitada de Escocia. El olor a barrica de whisky y a viento que levanta faldas pobladas por pelitos varoniles impregna el aire. Cruzamos la ciudad, realmente fea por cierto, y llegamos a un área de descanso rodeado de verdes montes y dulces ensenadas cruzadas por barcos a vapor. Todo idílico y reconfortante, hasta que nadie sabía abrir la maldita puertecita del depósito de la gasolina. Incluso llamamos a un policía que tampoco podía, nosotros sin gasolina a 4 horas de casa en coche, una locura. Buscamos las instrucciones del coche y nada, nadie sabía. Luego de un rato, alguien calló en la cuenta de girar una palanquita o algo así. Pudimos comer y beber unas cervezas antes de proseguir el camino al norte, aún nos queda mucho por conducir.

Os preguntareis porque 600Km. nos llevó tanto tiempo. Es sencillo, las autopistas desaparecían en Glasgow. A partir de allí todo eran pequeñas carreteras y algunas especialmente temerarias. Como una que recorría el mayor lago de Escocia, conocido como Loch Lomond. Iba justo pegado al lago por un lado y las paredes de roca por otro, casi sin espacio para circular. Y Fede… a 120Km. /h. gritando como un loco mientras Jon se santiguaba. Así que tuvimos que obligarle a reducir a base de “como sigas así Fede te vomito en la nuca” y andar con más precaución.

El paisaje realmente increíble, lagos inmensos con islas enanas que nadaban gozosas en ese mar cristalino. Los pequeños veleros escondían viejos vikingos atrapados en lejanas aventuras. Bueno que se me va, Escocia tiene un paisaje de ensueño realmente, aunque estábamos algo decepcionados porque el frío invernal había matado toda la hierba del jodido país y parecía que conducíamos por Castilla en Agosto, si no fuera por el frío avernal. En cada montaña había varias cascadas a causa del deshielo y la humedad era impresionante, así como el gélido frío, esto prometía. Por fin ya adentrados en las Highlands, pudimos observar el castillo de Eilean Donan, ósea el castillo de la película de Los Inmortales, también hizo sus cameos en Braveheart y otras. Era un paisaje precioso pero tanto placer bucólico fue desmantelado por la aparición de dos ocas. Estos animales tan peligroso despertaron el instinto asesino de Alberto, no pudo evitarlo y las persiguió cual troglodita hambriento por buena parte del recinto sin poder alcanzarlas. Ya dentro después de un par de caídas y de colarnos (como no) en el castillo, proseguimos el camino.

Empezamos a vislumbrar nuestro destino, la isla de Skye. El lugar más bonito de Escocia, o eso dicen, para mi lo es aunque la primera impresión no fue muy buena. Después de cruzar el puente de Kyle of Lochalsh (creo que se escribe así), el paisaje era descorazonador con tanta hierba y roca, y claro está las imperecederas ovejas británicas. Tanto fue así que Fede tronaba “¡esto es el puto Mordor, vámonos de esta roca ya!”. Conseguimos tras varios intentos de volantazos mantenerlo fijo hasta llegar a la “capital” de la isla, llamada Portree. Este sitio tiene 2.000 habitantes y al llegar sonaban gaitas, realmente épico. Dimos una vuelta al pueblo (2 minutos) y la noche se nos había echado encima ya. Comimos en la plaza e hicimos nuestra minibotellona con cervecita buena. Creo que era la mayor concentración de gente que veía el pueblo en años.

Tras esto, fuimos a un cercano pub (en la misma plaza) y allí decidimos apalancar nuestros apaleados culos. Ambiente acogedor, chimenea, pueblerinos, fútbol británico en la tele y música gaélica en directo, todo un paraíso para el aventurero. Disfrutamos de la música, sobre todo cuando tocaron el Último Mohicano con el violín. La noche cerraba y nerviosos discutíamos que hacer para dormir, el coche era tortura asegurada pero no había otro lugar. Hablamos sobre la posibilidad de seducir a unas mozas pero la cosa estaba chunga en el pueblo, y la única apetecible era también “guiri”. Aunque Lolo no dudó en intentarlo tras una apuesta basada en pintas, típica Erasmus (Nota personal de Lolo el editor: Sin ningún éxito, típico de mí).

Ellos salieron del pub, digo ellos porque yo había salido bastante antes, pues me había entrado un extraño frenesí y necesitaba robar una bandera escocesa, aun recorriéndome todo el pueblo, en incluso el muelle y sus barcos, no encontré nada. Aparcamos el coche en una calle oscura. Buscamos algunos lugares pero fue imposible. Lolo se acomodó en su madriguera trasera y los demás como pudimos. Al poco el ambiente se hizo insoportable y Fede, Alberto y Aingeru decidieron dormir al raso. Se tumbaron en la carretera cual muertos en una cuneta con el peligro acechante de morir aplastados por un despistado. Al parecer el aire gélido les fustigaba la cara tan vorazmente que no les dejaba conciliar bien el sueño. Mientras, nosotros, los del coche, dormíamos agustisimo, (entiéndase por agustisimo dormir con las piernas ligeramente estiradas y en un sitio que apesta a humanidad). Pero el paraíso duro dos horas, a la que volvieron al coche artos del frío. Fede entró en exacerbación (que sinónimos más raros busca el Word) y quiso ponerse en marcha y recorrer la isla de noche, decir tiene que no es una isla pequeña ni por asomo. Fede arrancó el coche y empezó a conducir en dirección contraria con nosotros dentro, discutimos, gritamos y todo en plena noche, un pueblo desierto, seis españoles (como no) en mitad de la vieja Escocia. Al final solo cambiamos del lugar el coche y decidimos dormir hasta las 6:00, pero fue imposible ya que todos nos quedamos extrañamente dormidos muy profundamente.

Al poco despertamos con ganas de ir a cazar focas. El segundo día comenzaba…

Personaje del día. Fede: Voy a dedicar después de cada día unas líneas a la evolución psicoemocional de cada personaje a lo largo del viaje. El primero en sufrir este estúpido análisis es Federico, está claro, nuestro conductor favorito merecía el día del viaje. Este señor de mentalidad disfuncional podría definirse como Bad Motherfucker (Hijo de puta peligroso, según Pulp Fiction). Es una persona que puede estar perfecta y al rato en frenesí, para cambiar a una depresión amarga y culminar con un sueñecito en mitad de cualquier lugar, pongamos… una discoteca. Es alguien que odia con amor (si es posible), y su frases mas recurridas son “este lugar es una puta mierda”, “llama a las zorras para zorrear”, “es que paso” o “why not?”. Divertido sin duda, pero en el viaje vimos su lado más tierno, en momentos que iré narrando a lo largo del camino. Por tanto es un buen compañero que le da ánimos y “mala salsa” a los momentos convirtiéndolos en como diría nuestro amigo Barney Stinson “legen-dary”. Pero si es verdad que tiene cierto poder subyugador para atraer al lado oscuro. Lo que quiero decir y no digo, es que Fede tiene un lado bueno, el que siempre esta ahí para decirte “eres una maricona” al oído y sacarte una sonrisa. Y fue exactamente eso lo que fue demostrando a lo largo de tan largo viaje.

Día 2 – Beyond of Skye (vale un juego de palabras muy malo) (245.43 Km.)

El jodido sol nos jodió el jodido sueño. Amanecía en Portree y un largo día de aventuras nos esperaba a lo largo de la isla mágica de Skye. Asombrosamente había un Sainsbury en aquel pueblo y paramos a comer algo, pero Fede huyó con Aingeru y mas importante con las llaves del coche hacia un café y tuvimos luego que buscarlos por el pueblo. Estábamos destrozados físicamente, viajando todo el día la noche anterior, la bruma mental de la cerveza y durmiendo posteriormente en un coche que olía a tigretón (vale yo pude ayudar algo cuando me quite los tenis (zapatillas de deportes para los profanos (¿un paréntesis dentro de otro paréntesis?))). Pero la ilusión nos embargaba, empezábamos a viajar de verdad. Nos acercamos al pequeño puerto a preguntar sobre la posibilidad de ver focas. La luz matinal en aquellos recovecos de geografía imposible nos hacía andar por un lugar de fantasía olvidado. Preguntamos en un barco y allí nos recomendaron otro barco por ser más barato y el viaje más largo. ¿Nos recomendaba otro barco aún haciendo él, el mismo viaje? ¿Buena persona o idiota? No sé, tampoco prestamos mucha atención porque estábamos fascinados con un nuevo animal que el hombre había pronunciado… Seagols. ¿Qué extraño monstruo marino sería ese? Seguramente un animal fascinante que teníamos que ver. Excitados por el nuevo descubrimiento averiguamos con desilusión que no había barcos. Cabizbajos volvimos al coche, y al pasar por al lado de un cartel donde se señalaban los distintos animales autóctonos vimos que realmente no eran seagols sino “sea eagles“, ósea… águilas marinas. Con la ilusión destrozada huimos ferozmente de aquel pueblo.

Fuimos educadamente, antes de abandonar el lugar, al punto de información turística del pueblo. Allí conversamos con una extraña mujer que la capacidad del espacio-tiempo la tenía atrofiada. Al preguntarle sobre cuanto había que andar para llegar a un faro que queríamos ver y que comentaré más tarde, nos dijo sin dudar “dos horas andando”. Asombrados le preguntamos que nos parecía mucho nos contestó con la misma frialdad “una hora”. ¿Cómo? ¿Bajas una hora así, sin más? Luego descubrimos q eran unos diez minutos largos desde donde se aparcaba hasta que llegabas al faro, gente extraña la de este lugar la verdad. Una cosa es que parezca que el tiempo no pasa y otra muy diferente esto.

Salimos quemando rueda de allí y por el camino Fede se dedicó a saludar a todo conductor que se cruzaba con él, algo que imitó al poco Alberto que se encontraba sentado a su lado haciendo labores de copiloto y principalmente porque de grande que es no entraba en otro sitio. Recorrimos un borde de la isla, lugar realmente mágico. Los lagos se alternaban como manchas de tinta por un lienzo amarillo verdoso, bailaban al borde de un abismo oceánico que contenían montañas lejanas que prometían solitarias canciones (Nota personal de Lolo el editor: Estoy seguro que Carlos se tocaba mientras veía estos paisajes). Los espesos bosques corrían alegre por las montañas de la isla, en manada. A toda velocidad gritábamos por las ventanas la canción de “Volare” cuando vimos un aparcamiento, buscábamos el Old Man of Store (para aclarar dudas diré que este Old Man no es un viejo que vende hierbabuena en el monte, sino una especie de monolito natural descomunal encima de una montaña). Ascendíamos entre un techo de hojas hasta que el cielo se despejó subiendo la ladera escabrosa de una montaña magnifica, no por su altura, si no por su magnitud, una pared de cientos de metros de roca. Allí al lejos lo veíamos, el viejo hombre de Storr nos miraba alzándose majestuoso entre verde milenario.

Al lado del camino un promontorio rocoso con una pared bastante vertical pero de tierra y musgo. Nos pareció un lugar apetitoso para subir y eso hicimos cada uno con más o menos gracia y habilidad. Ascender la pared de tierra fue sencillo aunque de vez en cuando caiga tierra a los pobres desdichados de atrás. Ya arriba todos gritábamos de júbilo, bueno yo no. El lugar era fantástico, veíamos islas lejanas entre enormes lenguas de mar, cerca de la orilla, lagos coqueteaban con el mar. Desde aquellas alturas el viento azotaba nuestras mentes. Todos al borde del abismo para hacer recuerdos digitales olvidado el peligro, bueno yo no. Me embargaba un sentimiento contrario. ¿Por qué había subido a aquel maldito lugar? Bueno la vista impresionante, ahora pienso que mereció la pena, pero tenía un acojone bestial en el cuerpo. A la bajada todos bajaron saltando por la tierra o por el musgo, el lugar era realmente empinado y yo lo veía aún más. Creo que sobra decir que tengo vértigo, así que arrastre mi culo y rodillas por toda la jodida montaña embarrándome con gusto, teniendo en cuenta que para poder llevar nuestra valiosa carga de viaje habíamos sacrificado gran parte del espacio necesario para llevar ropa de recambio, fue una dura decisión.

Antes de abandonar el lugar, tengo que confesar algo. Subimos con botellas de bebida isotónica, osease Don Simón escocés típico que compramos en Portree. Cuando Alberto bajaba la montaña, decidió bajar por un lado un pelín mas complicado, yo no estaba dispuesto a llevar su botella así que se la lancé con la mala fortuna de los vientos que hizo que se perdiera entre los barrancos colindantes (Nota personal de Lolo el editor: Realmente todos creemos o que se la lanzaste para darle en la cabeza o que lanzas peor que una niña). Fue todo culpa del viento, no queríamos contaminar las highlands, true story. Después de disfrutar del Old Man of Storr corrimos como locos al coche, mientras comíamos nuestros legendarios Walkers (para aclarar dudas diré que no nos comimos a unos “andadores” sino que “Walkers” es una marca de papas fritas) de sal y vinagre. Recorríamos levantando nubes de chispitas de agua el borde de la isla. Vimos acantilados maravillosos, Alberto persiguió ovejas sin poder aguantar sus impulsos más primigenios. Creo que no hace falta decir que si a Lolo le avisabas de los peligros de andar tan al borde de la nada te miraba con ojos de besugo y te decía… “buah”. Vimos una cascada de un río que caía directamente al mar desde un acantilado. Buscamos pisadas de dinosaurios mientras Fede nos fustigaba con sus “vámonos ya joder, esto es una puta mierda”.

Esta parte del viaje la narraré rápido. Cogimos un camino que después de varios kilómetros vimos que llevaba a la puta nada y tuvimos que volver cambiando de dirección en el mismo lugar, casi caemos por una ladera y nos vimos obligados a tener que salir por la ventana antes de que el coche estallara en llamas (¿o no Alberto?). Vimos un castillo vikingo al que fuimos corriendo, sobre un promontorio rocoso sobre el mar. El sitio era precioso, como todo aquí, me caí mientras intentábamos hacer una foto de grupo, en ella salgo delicadamente sentado aunque mi culo palpitaba del golpe. Vimos paisajes de ensueño donde grandes lagos se unían al mar mediante vistosas cataratas, largos prados donde las vaca-llamas pastaban ajenas a los problemas del mundo, vimos atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C Brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tanhäuser…espera eso es de un peli… Alberto volvió a acosar a ovejas, no puede evitarlo es un problema que tiene. Imaginaros todo el viaje a Fede comentando “vámonos ya para Newcastle de fiesta joder” y así disfrutaba el comando de un día por la lejana Skye.

Llegamos al ecuador del segundo día. Decidimos parar en un pueblo con un nombre bastante feo, Uig, y allí comer. Hacia un viento infernal, tanto que cuando nos sentamos a comer las gaviotas no podían volar y parecían suspendidas en el aire como si las manejase un titiritero divino e invisible. Empezábamos a alucinar. Fede moría de frío pero prefería eso a ponerse la sudadera que tenía en el coche, y cuando por fin fue al coche, era para quedarse sentado dentro con la calefacción a tope. Prometo que al final se le coge cariño.

Después de comer conducimos a Dunvegan. Lugar con un castillo precioso, al que intentamos colarnos haciéndonos los guiris. Cuando nos llamaron la atención “¿ah pero no es gratis?”. Y ellos amablemente, “no, acabáis de pasar por delante de la taquilla donde pone en grande, Castillo de Dunvegan 6 pounds”. Así que bordeamos el lugar desde ángulos insospechados y aún así no lo vimos. Empezamos a dudar que el tal castillo existiese. Decidimos poner toda ostia hacia un faro en la punta del mundo. El camino fue arduo, estrechísimo y entre paisajes imposibles. Fede y Alberto seguían saludando, la carretera se perdía en pequeños horizontes y parecía que caeríamos al vacío.

El faro estaba genial, en una pequeña península rodeada de gigantescos acantilados que quitaban el hipo. Se levantaban justo sobre el mar con 500 metros de altura y pequeñas cataratas caían directas al mar. Allí corrimos cuales cabras montesas por los acantilados cortados a pico. Una enorme tormenta se avecinaba desde las entrañas del Atlántico. Desde el faro corrimos a una playa de coral, eso sí volviendo a pasar por el castillo invisible. Bueno aquí si tuvimos que andar un poco, pero las distancias en Escocia, son bastante pequeñas. Era una playa de coral machado que le daba un aspecto desde lejos, de una playa de arena fina y blanquecina. En su conjunto era bonito, aguas cristalinas, arenas finas y hierba fresca al borde del mar. Pero algo en el aire lo hacía extraño, quizás el saber que estábamos a un tiro de piedra del norte más al norte. Esta vez, el afectado por el mal de la zoofilia fue Aingeru, que persiguió sin descanso a unas vacas y toros bastante gordos.

La noche empezaba y decidimos salir de Skye. Corrimos al coche porque empezó a chispear. El camino de salida fue bastante horrible, pues Fede quería salir del “puto Mordor” y corrió locamente por aquellas carreteras. Así que todos dormimos, menos Alberto que era el copiloto, y si moríamos, sería sin enterarnos. Sin que nos diéramos cuenta, Fede recorrió toda la isla hasta salir por el puente que la unía con el resto de Escocia en un santiamén. Alberto nos dijo que varias veces creyó que moriría sin remedio, desde entonces no ha sido el mismo parte de la inocencia de su alma se perdió ese día.

Llegamos a Kyle of Lochalsh y allí muertos de hambre fuimos a los míticos “fish and chips” que pueblan la geografía británica. Cansados como estábamos, tuvimos que aguantar las risitas de una pueblerina que se reía de nuestro acento y pronunciación. Estuvimos a punto de meterle la cara en la freidora cual Roschard de Watchmen, pero no lo creímos conveniente. Al salir la gente se dispersó, necesitábamos dormir en una cama. Así que a la caza y captura de un “Bed&Breakfast”. Sentí la llamada de la naturaleza en mi ser, necesitaba un cuarto de baño que ningún sitio me ofrecía. Fui al coche pillé un rollo de papel higiénico y lo hice entre dos piedras perfectamente alineadas y planas. Ustedes diréis “esto que nos importa” y yo contestaré “pues no lo sé”. Pero realmente creo que merece la pena decirlo, en el sentido de que cagué (porque cagué claro, para los despistados) mirando el mar, la isla de Skye y el puente grandioso. No sé, fue realmente una experiencia que quiero compartir ¿vale?

Salimos del pueblo ya de noche, decidimos conducir a un pueblo cercano que nos daba buenas vibraciones. Durante el trayecto, tras una serie de confusiones Fede se metió por un carril que no era, al incorporarse de nuevo a la carretera un coche intentó adelantarlo. Con un “a mi no me adelanta ni Dios” se colocó en mitad de la carretera dando una pirula. Fue gracioso ver como siguió el camino con el coche detrás y paró en una cuneta dejándolo pasar después de no querer hacerlo y luego al darse cuenta de lo que había hecho intentar adelantarlo de nuevo con su táctica de acoso. ¿Lo entendéis? Nosotros tampoco.

Llegamos al idílico pueblo de Plockton, al que llamamos todo el tiempo Potocló, donde fuimos con la intención de ver focas pero por desgracia los cruceros para observar a tan curioso animal no empezaban hasta la siguiente semana que gran desilusión se llevo Jon, ferviente admirador de estos animales incluso en su estado natural donde no saben jugar con pelotas ni hacer trucos. Tras varios escarceos con los pueblerinos, nos ofrecen dormir los seis en una habitación de dos por 10 libras y aceptamos encantados. La mujer ciertamente agradable nos hizo el favor trayendo mantas y cojines, era el paraíso. Todos (menos yo claro) cagaron a gusto en el cuarto de baño sin ventanas ni extractor, y tuvimos que huir de la habitación a un cercano pub donde nos bebimos unas pintas mientras comentábamos lo ocurrido durante el día.

Al volver a la habitación hablamos de tratar lo mejor posible la casa pues la mujer había sido muy amable con nosotros. Pero una serie de catastróficas desdichas le esperaba a la casa. La primera ocurrió cuando decidimos repartir las camas, eran dos, nosotros seis. Una de ellas era para Fede seguro pues necesitaba descansar porque era el conductor. La otra tras rifarla le tocó a Lolo. Este se puso a saltar (es decir dio un saltito) de alegrías mientras emitía una serie de extraños sonidos que para su inexperta boca en estos menesteres, podrían ser de alegría. ¿Lolo sintiendo alegría? ¿Lolo sintiendo algo? Pues si, pero el universo no está preparado para tal fenómeno así que ocurrió lo inevitable. Golpeó la lámpara del techo con la cabeza y la bombilla se fundió creando un cortocircuito que hizo saltar la luz de toda la casa. La mujer subió diciendo que no nos preocupásemos mientras reíamos sorprendidos. Tras arreglarlo vimos que la bombilla ya no funcionaba y Lolo se sentó en la cama advirtiéndonos de que nunca le hiciéramos sentir alegría o el mundo podría implosionar por el desajuste karmico.

La segunda catástrofe, no fue tal pero bueno, fue cuando sin querer al salir de la ducha golpeé el cacharro donde está colocado el papel higiénico desmontándolo, algo que conseguí colocar como pude. Y la última y creo que peor, Alberto al sentarse en la cama partió la pata y Fede tuvo que dormir inclinado toda la noche, un momento de alegría de Lolo y casi destruimos la casa en 5 minutos, advertidos estamos. Conciliamos un sueño reparador revoleados en un cuarto de un hostal familiar, en un pueblo desconocido, en las vastedades del norte. Otro día de aventuras ha concluido.

Personaje del día. Lolo: Bueno el segundo personaje analizado es Lolo. Este hombre cuyo nombre es Javier es una persona hasta cierto punto bastante interesante. Como expliqué antes es fatigable, apático, indiferente, impasible, etc. Parece incapaz de sentir alegría o una sensación agradable de excitación. Lo que fuimos descubriendo a lo largo del viaje y de compartir aventuras con él, es que es una especie de fachada autoimpuesta bastante endeble. Si es verdad que es vago hasta el hartazgo y que dan ganas de pegarle una pandereta de vez en cuando. Pero es una persona que sueña con dragones, princesa, aventuras. Bastante romántico en su visión de la vida y fiel amigo. Es alguien que siempre está ahí, dispuesto a escucharte con una hamburguesa del Mahmood o en su defecto del McDonald y dándote consejos que en realidad no están nada mal. Siempre se pone como un ejemplo penoso de vivir, pero ves que no, y que un gran potencial guarda este hombre. En realidad, alguien con el que siempre se está a gusto bebiendo una pinta al borde de la vida. (Nota personal de Lolo el editor: Psss…no esta mal la descripción, pero olvidaste decir lo bueno q estoy :P)

Día 3 – El asedio. (139,53 Km.)

Nos despertamos realmente salseros ese día. ¡Habíamos dormida en una casa! Nunca creímos que sucedería nada parecido. Seis tíos en una habitación roncando a espuertas, pues el cansancio deja de lado todo tipo de educaciones. ¡Y joder como roncan algunos! (aún recuerdo cuando yo me reía de Víctor (otro erasmus) por roncar y bueno, tras una noche loca en un castillo (si un castillo, la erasmus me ha hecho ir a lugares realmente alucinantes) dormíamos en una de sus infinitas habitaciones y ronqué como dragón milenario. Víctor despertó a todo el mundo sólo para que me escucharan roncar, que perrocerdo el gachó).

Medio dormidos bajamos a desayunar. Antes, habíamos dejado todo preparado para huir lo mas rápido posible y evitar la vergüenza de que la mujer viera los destrozos (involuntarios, lo juramos) que habíamos causado en la habitación. La mujer (un encanto) nos había preparado un desayuno que nos supo a gloria. Café calentito, leche fresca, zumo, tostadas con diferentes productos para untar y desayuno caliente, ósea huevos revueltos y esas cosas británicas que nos dejaron nuevos. Cuando terminábamos el desayuno la mujer nos comunicó que se tenía que ir pero podíamos dejarle el dinero a su hija. Cual fue nuestra sorpresa que la hija era negra (puntualizar que la madre era la típica inglesa que su piel es de un blanco radiactivo), porque estaba casada con un rastafaray, ¡y estaba buena! (bueno vale sé que no viene al caso pero creo que esta gente querrán que añada esto a mi historia, que si que tenía buenas tetas, lo digo obligado).

Huimos cuales comadrejas de allí, tras preparar el coche y hacernos las fotitos exigidas corrimos dirección centro. Hoy nos aguardaba uno de los mayores símbolos de Escocia, el Lago Ness y su monstruo, al que el comando rumba mariscaría y lo haríamos en tanga.

Salimos a toda ostia (recordad que conduce Fede). Tuvimos una serie de problemas al salir del pueblo, el Karma nos avisaba de que nos habíamos portado mal. Un camión de basura al cual Fede no vio hasta el último momento, tenía acondicionado en su parte trasera una especie de barrera para proteger a los basureros cuando estos hacían su labor. Casi se come la barrera, atravesando el coche y ensartando a Alberto cual pincho cántabro (quería hacer la gracia con el pincho moruno y tal, pero recordando ahora, allí en el norte a las tapas le llaman pincho, y bueno a los centollos jorrontxis (or something like that) y a los palitos de cangrejo shaka y a las macetas cachis (¿o katxis?), ¿Cómo que cachis? Si es un buen vaso…). Buscando un atajo, Jon señaló un camino de tierra que cruzaba por la nada. No sé porque, Fede hizo caso y cogió por allí. Cuando nos dimos cuenta que la carretera llevaba a propiedades privadas, se abrió una verja y empezaron a salir ovejas que colapsaron el camino. La situación hubiera sido realmente cómica si no fuera por las ansías sexuales de Alberto al contemplar tal cantidad de carne animal. Tuvimos que agarrarlo entre varios para que no saliera a cazarlas y ¡Alberto es realmente grande!

Tras el incidente Fede huyó a 80 millas por hora (no sé cuanto en kilómetros pero tela del telón) por el camino de tierra. El rally escocés inaugurado por un español. Por fin tras un buen montón de lagos y montañas (es Escocía, lo único que hay. Al principio, “¡oh que wapo tio!” Luego es, “am mira otro lago”) vislumbramos el Lago Ness y bueno, otro lago más. Decir tiene que en el Lago Ness lo extraordinario es su longitud. De anchura no es nada pues ves la orilla que esta al frente, supongo que tendrá un par de kilometrillos ahí. Pero de largo, puuff es bestial, 40 millas ósea unos 60 kilómetros. Parece que no, pero son muchos kilómetros de largo.

El lugar era bonito, pero típico escocés y luego de dos días no nos sorprendió tanto, por eso supongo que la mayoría de la gente que lo ve dice llevarse una decepción. Bueno la idea fue al llegar, ir parando por diferentes puntos del lago para disfrutarlo lo máximo posible, es el símbolo de Escocia. Bueno paramos un momento para acercarnos por un lugar cercado pero fue imposible. Tras recorrer unos kilómetros encontramos el castillo típico del Lago Ness, no recuerdo el nombre pero si recuerdo su asedio, comienza el Comando Asalto.

Comando Asalto, El Asedio. (Aventuring mode on)

Eran las dos de la tarde, el sol volaba libre por los cielos primaverales anunciando el deshielo. El enorme lago nutrido por las aguas procedentes de las montañas miraba fijamente a un extraño grupo de seis aventureros. Ellos buscaban la gloria, buscaban saquear por honor aquel maldito castillo lleno de hooligans (vamos turistas indefensos). El castillo descansaba en una pequeña península rodeada por el lago y en su parte pegada a la tierra había una enorme ladera protegida con una valla bastante alta. Los centinelas enemigos descansaban, se había excavado un túnel junto a la ladera para convertirlo en el único lugar accesible al recinto. Los aventureros rodearon el perímetro y dialogaron sobre la mejor forma de asaltarlo. Fue arduo pero al fin encontraron un lugar en peores condiciones que el resto de la valla.

El lugar estaba lleno de gente observando u esperando a un barco que periódicamente llevaba provisiones al lugar. Uno de ellos, sin pensarlo se arrojó ladera abajo rodando literalmente por uno de sus flancos llenos de arbustos espinosos (Nota personal de Lolo el editor: Si fui yo y literalmente atravesé los arbustos de espinos, realmente doloroso y estúpido porque eran fácilmente esquivables pero soy un hombre aguerrido). El resto observó con perfecta profesionalidad los riesgos del éxito de la misión. Al ver que nadie se había percatado del intruso (vamos que no lo habían echado a patadas) corrieron tras él otros dos mientras el resto vigilaba (los más cagados). Se acercaron a las inmediaciones del lago y poniendo valientemente sus vidas en peligro corrieron por la playa de piedra esquivando las miradas de los habitantes del lugar. Aquellos tres pudieron infiltrarse en la fortaleza y estudiar sus defensas, grietas y debilidades.

Los tres restantes, tras pensárselo mucho (demasiado) decidieron tirarse también ladera abajo. Al ser los más torpones se le veían a la legua e incluso un niño los señalaba con el dedo. Pero todo estaba hecho ya, el Comando Rumba había esquivado con perfecta gracia cámaras, guardias y turistas. Allí coronaron la torre más alta del lugar, orgullosos.

Pero no todo estaba ganado, ahora tocaba salir. Desde las murallas vieron que la única salida estaba obstruida por dos vigorosos guerreros (un guardia (o eso creemos) y un jardinero) y que los observaban mientras hablaban. ¿Qué hacer? Fue la pregunta que recorrió la mente de aquellos templados aventureros. Se desplegaron cual perfecto equipo táctico por todo el recinto, valorando las diferentes formas de huir. Se sentían perdidos, había que luchar hasta la muerte.

De pronto, el guerrero mas poderoso se fue a buscar ayuda y el menor se dirigió hacia el castillo para observar el terreno. Los aventureros se reunieron, había que actuar. Tras deliberar en grupo cuales caballeros de la mesa redonda del épico ciclo artúrico, decidieron correr hacia el enemigo, luchar a muerte… el castillo estaba ya saqueado. Corrieron hacia el enemigo, éste huyo despavorido y pudieron correr hacia la salida de la ladera. Mientras corrían, dos dragones cruzaron el cielo tronando tras ellos, épico en todo lo posible.

La salida despejada, el enemigo huía, corrieron hacía el carruaje y huyeron hacia la vastedad de la montaña. El castillo de Quart, llevaría siempre grabado el nombre del Comando Rumba.

Resumen para flojos: Vimos un castillo en el Lago Ness. Decidimos colarnos y lo hicimos chocándonos con todos los setos de Escocia. Nos cataron del tirón y al salir creíamos que nos vigilaban. Decidimos salir por la puerta principal lo más rápidamente posible. Al final todo fue una paranoia, seguramente nos vieran pero nos dejaron tranquilos, la paranoia llego a tal extremo que volaron dos cazas por encima nuestro a baja altura y creíamos que nos buscaba el ejercito. La sensación de persecución no nos abandono en todo el día.


Tras esta paranoia de intermedio, abandonamos el mencionado castillo disfrutando de los olores de un lugar que emana tranquilidad. La excitación por tamaña aventura nos dejó aparcar en un hotel al lado del lago. Antes, habíamos parado en un centro, que al irnos, nos percatamos que era el centro oficial del Lago Ness, nos dio bastante igual y nos fuimos. Lolo nos advirtió que lo único que hacían allí era destrozarte la leyenda del monstruo y queríamos conservar tan linda fantasía en nuestra imaginería colectiva (vamos que pasamos del tema y que había que pagar para entrar). A esto que Jon se lanzó a preguntar a un hombre sobre si podíamos bañarnos o no. Claro está que el hombre era turista y no tenía ni zorra idea. Fue en ese momento, cuando empezamos a dudar de la capacidad de Jon para discernir caminos y gentes. De todas maneras, un hombre de la tienda donde vendían todo tipo de figurillas de Nessi, con bufanda, con boina, con gaita, bailando, nadando, como monstruo, como animal simpático, como dinosaurio, como lagarto infecto, como leyenda, etc. Nos advirtió que era ilegal bañarse en el lago. ¿Cómo que ilegal? ¿Cómo va a ser ilegal bañarse en un lago? ¿De que era el lago? ¿De elixir que cura el cáncer? ¿O es que esta privatizado? No me extrañaría nada en este mierda de país capitalista (Fede cómemela).

Aparcamos el coche en el citado hotel y cruzamos a un embarcadero que tenía una pequeña playita perfecta para nuestro baño. Allí plácidamente, un empleado pasaba su tranquila jornada laboral cuando ve pasar a seis españoles en bañador, con una toalla y en chanclas. El hombre da un respingo y nos mira alucinados, aún nos estamos riendo de su sorpresa. Preparamos las cosas, Lolo se pone su tanga, Fede se mira los músculos, Alberto observa por si ve al monstruo y se lo puede trincar, Aingeru se pone en pelotas (parece que no pero este hombre tiene una cierta afinidad a estar desnudo), etc. Disfrutamos de un baño realmente divertido. Lolo y su culo en tanga perdurara en nuestra memoria y renacerá cuando deliremos por la fiebre o tengamos pesadillas. El frío del Lago Ness es legendario, el hombre del hostal al que luego acudiríamos tiene el record y solo duro media hora, y lo sacaron moribundo.

Así que imaginaros, allí tos chillando de dolor, bañándonos con un par, por ser del Comando Rumba. Tras una ridícula caída mía, nos fuimos a tomar el sol a las piedras. Porque realmente (si pongo tantas veces realmente es por el inglés y el puto “really?”) hacia un día expléndido. El sol nos dio en la carita, se aprovechó para un cigarrito y esas cosas.

Luego de comer cuales cochinos en celo, pusimos rumbo a Inverness, la capital de las highlands. Dimos vueltas y vueltas por la ciudad, buscando el maldito hostal. Cuando decidimos pasar y buscarlo a pie, doblamos una esquina y allí estaba… increíble, pura chorra porque no teníamos ni idea. Claro está Fede se adjudicó el mérito y todos tuvimos que bajarle los humos con un “venga ya Fede”. Cargamos todas las cervezas que llevábamos, que eran 3 cajas y nuestro equipaje, que era bastante menos. Y fuimos a buscar el Mcdonnald de rigor ¿Qué más típico escocés que el McDonnald?

Tengo que decir que el Mcdonnald tenia una dichosa oferta sobre el monopoly que te regalaban más comida y nosotros como buenos aves rapaces que somos, pues nos pusimos a saquear lo que pudimos. Tras comer como cerdacos, fuimos al río de la ciudad. Era bastante grande y las vistas muy bonitas. Un hermoso prado verde lo escoltaba y allí nos sentamos a ver el tiempo pasar. El murmullo del agua, el acariciar de la hierba fresca y un cielo azul con un gran dios amarillo en el centro nos hacían pasar unas horas verdaderamente refrescante. Pero a eso que en mitad de tan idílico cuadro suena “este es el mejor puto día en la historia de Inverness”, Alberto acababa de cargarse nuestra evasión. Tengo que decir que casi me caigo a esa mierda de río asqueroso (como cambia el recuerdo de uno tan rápido, que interesante).

Encontramos un Direct Sport (yo diría q se llama Sport Direct, dame algo de vidilla Lolo pisha, ¿estoy discutiendo con mi editor en mi propia obra? Esto se esta hiendo de las manos), ósea un oasis de esos que hay repartidos por el Reino Unido, y que nos alegra la vida con una ropa buena y tiradísima de precio, por los suelos. Allí compramos un buen balón de rugby con un “Scotland” tatuado a los lados, por tres míseros pounds. Así que fuimos partiendo Inverness de camino al hostal.

Ya después de ducharnos y descansar un poco bajamos a cenar. Empezamos a jugar al Jenga (para quién no lo sepa es un juego donde se construye una torre y hay que ir sacando piezas sin que se caiga) inventándonos las reglas. Depende del color había que hacer una prueba o contestar una pregunta. No comentare aquí lo que esa noche se llegó a conocer de nuestra hermana comunidad, pero si decir que fue terrible y que será algo que junto con Lolo en tanga me perseguirá hasta la tumba cual recuerdo de guerra sangrienta (joder como me enrollo).

Bueno en resumen, Aingeru tocó con dos llaves en un xilófono enano la canción de El Exorcista, ya empezábamos a vislumbrar su faceta asesina. No sé que paso realmente esa noche. Sólo se que Alberto nos deleito con una imitación de su amor las vaca-llamas, Aingeru nos hizo un baile sexy y luego barrio con una mini escoba el mostrador de recepción mientras el tío le decía “cheers!”. Yo acabe en calzoncillos corriendo como indígena caribeño traviesón por el hostal, luego comimos unas pizzas estupendas y Fede entró en su típico estado infernal. Así que Alberto nos hizo el favor de encargarse de él esa noche y dejarnos tranquilos a los demás.

El resto nos quedamos sentados en el sofá (yo ya me vestí, I promise) y mantuvimos una charla entre vapores de cerveza. Al rato nos fuimos a dormir. Y sobre las 4 de la mañana aparecieron estos dos energúmenos,. Fede se sentó en la cama y Alberto le pidió que si podía esperar que iba al cuarto de baño situado fuera de la habitación para que le abriera la puerta al volver. Fue salir por la puerta y Fede quedarse dormido en un estado de semi coma. Entonces, ¿Cuál es el problema? Alberto atrapado en el pasillo infernal del hostal, plagado de mochileras en celo. Aporreó la puerta hasta que Lolo le dejó entrar y maldijeron a Fede que ya debería estar por Tombuctú por lo menos.

Esa noche durmiendo Alberto roncó de una manera infernal, nadie podía dormir (excepto Fede) y le lanzamos varias cosas entre ellas mis calzoncillos sucios que se le quedaron en la cara enganchados y seguía el nota tan tranquilo bajo aquella hedionda pestilencia (tengo que decir a mi favor que joder, llevaba todo el día recorriendo escocia con ellos, espera un momento. Am ya recuerdo, estaban mojados por el Lago Ness).

Al día siguiente, no relatare las historias que nos contaron sobre su noche para no ofender a los lectores y al no ser testigo directo no se cuanta veracidad habría en su relato etilico pero en resumen censurado esto es lo que dijeron: Alberto y Fede nos contaron que ligaron, y bueno Fede rechazó ser amigo-escudo y al final no mojaron por eso. Pero la frase que quedó en la memoria para ese día fue “el Oceana es una puta iglesia comparada con Inverness”.

Personaje del día. Alberto: El siguiente en la lista es nuestro físico favorito. Es un hombre bastante bonachón, cariñoso y que siente cierta atracción por las cosas inanimadas y peludas, cada cual imagine lo que quiera. Es un heavy convencido de la vieja escuela, el papa digamos de todos pero también uno de los más irresponsables. Es esa persona fuerte y fiestera, que siempre te recibe con una sonrisa y al cual le puedes contar tus cosas. Nunca dira nada malo de nadie y evitara cualquier confrontación. Pero extrañamente hace cosa de un mes, conoció durante una noche a un catalán que contaba barbaridades tan gordas que activo su sentido maligno. Cuando este chaval estaba relatando como tuvo que saltar de un coche al borde de un acantilado en Croacia, Alberto salió corriendo gritando cual King Kong en Manhattan. Fue entonces cuando nació el nuevo Alberto, el iracundo, el zorreador, el destructivo. Seguía manteniendo su perfil bonachón pero guardaba en su interior un Hulk color calimotxo. Ahora, Alberto es una de esas personas que siempre echas de menos cuando no esta.

Día 4 – El whiskey de Ridley Scott (373, 37 Km.)


Hola de nuevo señoras y señores. Sí aún siguen leyendo esto es por dos razones, o por que Fede ha ido personalmente a vuestras casas a obligaros a hacerlo o porque realmente les está gustando. Espero que sea lo primero pues yo he tenido (bueno sobre todo Lolo y Alberto) que aguantar a Fede todo el año y ahora os toca a vosotros, cabrones. No no, es broma, ojala sea lo segundo pues yo también estoy disfrutando escribiéndolo.

Este cuarto día fue bastante raro la verdad. Viajamos muchísimo, que no os engañe esos 373,37 kilómetros. En Escocia las distancias son cortas pero eternas por el mal estado de las carreteras y lo escabroso del paisaje como ya comenté. Por tanto viajamos casi todo el día. Aún así el comando no estaba dispuesto a dejar pasar oportunidades.

Buscabamos una destileria que era la unica de Escocia que ofrecia un recorrido y una cata gratis. Así que dando vueltas y vueltas por terrenos imposibles, a los que se le suma el ansía de Fede por vernos morir, encontramos un castillo que mágicamente estaba al lado de la destilería. Nos colamos en el castillo (otra vez) aunque esta ves me dio algo de penita, pues quién la regentaba era una señora mayor (esta claro que una funcionaria muy vieja o algo así, quiero pensar que esa mujer no vive de la gente que entra al castillo, por favor). Nos colamos con la táctica del guiri que no se entera de nada y la pobre mujer pues o no se atrevió a decirnos nada o lo dijo pero la ignoramos. Ya dentro el castillo no tenía mucho y Carlos (si, en efecto, hablo en tercera persona porque a veces me doy vergüenza) estaba enfadado porque en Escocia a todo le llamaban castillo cuando aquello era claramente un caserón fortificado. Mientras estos charlaban en el jardín del patio interior yo me dediqué a explorar los entresijos del lugar. Luego cuando pasó el tiempo vi una foto en Internet que había ganado un premio por no estar trucada. Y era la foto de un fantasma ¡En ese castillo! No creo en esas cosas pero pone los pelos de punta averiguar al tiempo que por donde anduviste sólo (y tengo que reconocer que recorrí pasillos y huecos de chimenea prohibidos al público porque no había nadie allí) habitan fantasmas de los que existen pruebas físicas.

Luego de allí fuimos felices a la destilería. El lugar era bonito, la verdad, en mitad de un valle. Tras hacernos esperar y ver con asombro que un chupito de un whisky de 30 años costaba 35 pounds y otro de 40 años costaba 70, nos metieron en un pequeño cine a ver una película. La película parecía realizada por el mismísimo Ridley Scout (para los profanos el director de Gladiator, Black Hawck Derribado o El Reino de los Cielos) y con aquello nos bromeo la guía. Pero la película para no contar casi nada (vamos la fundación de la destilería) contenía una pesada carga épica que realmente creías que ese hombre por fundar aquel lugar había salvado a Escocia de las malvadas garras inglesas. Tras esto nos enseñaron las bodegas, a distinguir olores y un whisky que lleva dormitando 70 años y que nos dijo que era imposible calcular el valor de una botella de aquél dorado néctar celestial. Tengo que apuntar que Aingeru creo que sufre de Anosmia o la enfermedad de no oler nada, no sé si es enfermedad pero creo que es de nacimiento. Pero cual fue la alegría general cuando este hombre pudo percibir levemente el fuerte olor del whisky que contenían aquellas viejas barricas. Al final probamos el whisky (realmente delicioso) y nos fuimos del lugar.

Por el camino paramos a comer en un pequeño pueblo entre bosques infinitos de pinos nuestros acostumbrados crackers con paté, snickers y choped asqueroso. Después de comer jugamos a rugby con nuestro balón nuevo en un campito al lado de una iglesia. Lo pasamos genial dandonos golpes y descubrimos entre carcajadas que Aingeru es de esas pocas personas en el mundo que es capaz de correr -3 km/h. ósea que cuando corre se da un extraño fenómeno por el cual el mundo sigue anvanzando pero el retrocede ligeramente en uno de los tres tiempos que existen, si este blog lo hubiera escrito Alberto nuestro entrañable físico seguramente lo habría explicado mucho mejor, pero resumiendo que cuando corre va mas despacio que cuando anda. Pero si es verdad que cuando te placa, el recibe más daño que la víctima, es un sacrificado para todo.

Luego corrimos alegres al son de “Amigos para siempre” por los sinuosos caminos del norte de Escocia, la sensación de que el viaje estaba en su ecuador se subió al coche con nosotros. Disfrutábamos del paisaje camino de Aberdeen, una ciudad bastante grande en la costa. Cuando de repente, un pavo real se interpuso en nuestro camino. Íbamos bastante rápido y el pavo frenó en seco delante nuestra y milésimas de segundo antes de explotar en mil pedazos nos miró como diciendo “what the fuck?” (es un pavo británico habla en inglés). Miramos hacía atrás y el pavo no estaba, sólo una nube de plumas. Las reacciones generales fueron dignas de estudio pues nadie pensaría jamás lo que pasó a continuación. A Fede se le saltaron las lágrimas y murmuró algo como, “pobre… ¿Por qué tuvo que hacer eso?” fue realmente maravilloso ver el lado tierno de este monstruo testosterónico pero lo macabro fue… Aingeru. Empezó a reírse y a saborear cada instante de la trágica muerte de aquél animal hasta el punto de pasar días y seguir riéndose. Aún en Newcastle tres días después, si Aingeru reía le decíamos, “no me digas que aún te acuerdas del pavo” y asentía con lagrimitas de sádica alegría recorriéndole las mejillas.(Nota personal de Lolo el editor: querido lector te pido humildemente que si ya has hecho el esfuerzo de leer hasta aquí hagas un poco mas y guardes un minuto de silencio por la muerte del pobre pavo sacrificado para engrandecer nuestro viaje a Escocia con mayor numero de anécdotas, la viuda y sus hijos huérfanos te lo agradeceran).

Al llegar a Aberdeen (¿no fue Dundee? No lo sé Lolo pisha dame vidilla, que llevo to el día con la mierda blog, ups lo siento), una niebla infernal (pero infernal de la buena, que no se ve a nada de distancia y con Fede a toda ostia, díganme ustedes, es que ahora estoy preparado para todo) cubría la ciudad. Encontramos un Lidel donde pudimos comprar comida. Allí mientras comiamos le preguntamos a la cajera sobre que podíamos ver en Aberdeen y nos miró como si fuese maníacos sueltos por Escocía (no le faltaba razón) y nos dijo “what? Nothing…”. Así que cogimos las cosas y nos fuimos tras comprobar que toda la rejilla delantera del coche estaba llena de sangre y plumas. Aingeru había comprado una ensalada de patatas que odiaba, bueno todos odiaban. Pero no sé porque a mi me recordaba un poco a papas al ali oli y claro me las comí. Al rato deje de hacerlo, era verdad, estaba asqueroso y el bote era bastante grande. Así que “accidentalmente” se me calló por la ventana y estalló contra el asfalto.

Corrimos como locos en busca la siguiente ciudad que era Dundee, tampoco nada que ver. Cuando los británicos construyen ciudades la verdad que si no es Londres, las hacen bastante mierda. Así que pasamos de largo hacía Stirling, cuna de las proezas de William Wallace y uno de los sitios más esperado. A lo largo del día a Fede algo no le había sentado bien y había estado cagando mas o menos cada hora, así que podemos decir que dejó su particular reguero de mierda por ese país tan fértil, al que Fede ha hecho más fértil aún.

Llegamos en noche cerrada a la ciudad, contemplamos de lejos su castillo y los ojos se nos hicieron chiribitas. El lenguaje entre seis hombres sucios, mugrientos y artos de camino se había convertido en un barrizal donde la palabra zorras y zorreo había alcanzado limites de record. Y allí en Stirling no iba a ser menos. Nos dimos una vuelta por la ciudad buscando posibles lugares para dormir (no hablo de hostales ni nada de eso) y nos pareció un buen lugar la estación de trenes pero, daba mucho el cante seis tíos “esperando” un tren. Cenamos en el Mcdonnald (de nuevo) y otra vez nos entró la furia recolectora de tickets del monopoly para conseguir más comida. Al volver nos paramos en un pub irlandés a tomar las pintas requeridas, con música en directo y fornidas mujeres locales echándonos el ojo. Las bebimos medio dormidos y salimos tambaleantes hacía el coche.

Al entrar en el coche, comenzó a llover. Toda expectativa de dormir en la calle se fue al garete. Así que nos resignamos a dormir dentro del coche. Fue una tortura física y mental horrible, pues no cabíamos bien en el coche y no nos podíamos mover. En mitad de la noche Alberto huyó, lo que hizo, nadie lo sabe, pero cuando despertamos, estaba allí durmiendo de nuevo. Mis rodillas querían reventar, había pasado casi todo el día sentado viajando y ahora tenía que volver a dormir sentado, mi cuerpo no me quería. Y fue entonces cuando en mitad de la noche, en una ciudad extraña miras la pequeña rendija de la ventana del coche y dices, por ahí podría meter un mendigo un dedo untado en Ántrax y contagiarme o robarme los tenis. Todos se rieron de mi diciendo “si el típico vagabundo con el dedo lleno de Ántrax que roba tenis (tenis en Cádiz es zapatilla de deporte)”. En mitad de la noche Aingeru comenzó a hablar sólo y a asentir murmurando de una forma muy cómica. Recuerdo que yo no podía aguantarme de la risa y llegó un momento que lo hizo tan fuerte que se despertó a sí mismo. Jon y yo estallamos en risas a la vez y Aingeru nos miró sorprendidos con un “joder me he enterao hasta yo”. A esto que Fede gritaba que Alberto se había pasado la noche eructando, pues no roncaba eructaba, de Lolo no se supo nada en toda la noche lo q tiene estar enclaustrado con las maletas en el asiento trasero. Definitivamente las noches que pernoctas en los coches no son cómodas pero si bastante cómicas, reír por no llorar.

Cuando me quise dar cuenta se hacía de día y una noche horrible, en un coche horrible rodeado de gente horrible daba a su fin (si lo sé no tengo buen recuerdo de aquella maldita noche).

Personaje del día. Aingeru: Que decir de Aingeru. Es esa persona callada, que esta en una esquina observando, tímido. Es ese amigo entrañable que al ser tan tímido cuando se descoca, derrocha gracia por todos los poros. Aingeru es un buen amigo aunque a veces saque de sus casillas al más pintado. Y aunque su nobleza es patente, Aingeru demostró a lo largo del viaje un lado oscuro bastante acojonante, que aunque supieras que nunca haría nada contra ti, ahí estaba. Pero por encima de todo, Aingeru es el entrañable, el que se apunta a todo y el que nunca sabe decir que no. Merece mucho la pena tener como amigo a Aingeru.

Día 5 – Fingers Piano Bar (55,04 Km.)


A quién teme lo que yo realmente pueda contar sobre este día, pero tienen que atenerse a las consecuencias de sus actos y sobre todo si lo hacen ante un historiador que quiere dedicarse a aburrir a la gente con lo que escribe. Algún día tenía que llegar.

Sobre las 7:00 de la mañana estábamos ya retorciéndonos cuales víboras en un nido demasiado estrecho. Así que buscamos un bar perdido por Stirling y comimos de una manera brutal. Yo y Fede el típico desayuno inglés que contiene como sabeis, salchichas frescas, bacón, huevos revueltos, habichuelas (para los del norte ¿Cómo era? Am si, alubias) y unas tostadas. Un desayuno que espabila a un titan, la sorpresa vino cuando Aingeru desayuno una pedazo de hamburguesa gigantesca (la noche anterior cenaste en un Mcdonnald tio) y se quedó tan pancho. Fede, seguía con su cagalera bestial y fue a dejar su correspondiente regalito. Estaba decidido a marcar con mojones (literalmente) todos los rincones de la vieja Alba.

Tras el desayuno volvimos al coche, allí dormían Alberto, Lolo y Jon. Subimos con el coche al castillo de Stirling y al ver que había que pagar para el castillo y que como siempre nos negábamos a hacerlo (el día anterior habíamos recorrido 40 kilómetros sólo para intentar colarnos en un castillo, que fue imposible claro) nos dimos media vuelta. La situación cómica vino cuando advertimos que por entrar en el parking teníamos que pagar dos pounds y al que nos negamos a pagar. Fede salió quemando rueda del recinto con la mirada de sorpresa del guardia pegada al tubo de escape.

Fuimos a las afueras de la ciudad, en una colina había una vieja torre que habían convertido en el monumento a William Wallace. No vimos la jodida estatua que habían dedicado a Mel Gibson y la estatua que había junto a la torre no era el, no tenía su mismo atractivo, su melena leonada y su mirada ferviente. Así que con desilusión (el recinto estaba cerrado (mas bien aun no abría) y no había fuerzas para escalar tamaña atalaya) nos fuimos sin ver la legendaria espada de Wallace. Por el camino, esta gente empezaron a obsesionarse con meterse “M” y a bromear sobre el tema, yo miraba estupefacto, porque podría ser verdad y me explicaría muchas cosas, sobre todo observando a Fede. Todo en tono de broma por supuesto, aseguramos las perfectas condiciones de nuestros protagonistas. Chavales, no toméis drogas, si no enviaremos a M.A. Barrackus a daros una paliza.

Ya abajo, la tienda de souvenirs seguía cerrada. Yo necesitaba mi postal de Stirling y tras amenazarlos con quitarme los zapatos en el coche volvimos al centro de la ciudad mientras salíamos a toda pastilla (me quedo ya sin expresiones en, Fede te odiamos en común) y chillábamos por las ventanas un “sayonara baby” a un grupo de turistas japoneses.

Compramos la postal y tras esperar que Aingeru se descojonara cerca de media hora delante de un hotel que se llamaba “Port Kulis” cogimos rumbo a la capital escocesa, Edimburgo.

Esta ciudad se encontraba a escasas 33 millas de Stirling pero a la entrada de Edimburgo Fede nos obligó a recorrer en el coche el barrio de mierda donde había estado viviendo durante su estancia de un mes con una beca en Edimburgo hace ya cinco años. Así que vimos su excasa y su excolegio y como se le saltaban las lágrimas y flipaba diciendo “esto lo recordaba diferente”. Volvimos a ver que Fede es mucho mas que esa mascara liderada por sus gafas Aviator.

No veas, la que liamos al entrar en el City Center de Edimburgo. Muchas calles cortadas, dimos vueltas y vueltas “more losses than the rice boat” (más perdidos que el barco del arroz vamos). Al final aparcamos lejísimo y eso que habíamos aparcado antes al lado del hostal. Pero bueno encontramos el hostal y dejamos el coche en zona azul tras pagar la cantidad acordada con el parquímetro.

El hostal, bueno que decir… nunca valláis al Caledonian Backapackers en Edimburgo. Mira para ser objetivos diré lo bueno y lo malo. Lo bueno primero porque es infinitamente más corto. Es grande y tiene un ambiente digamos “alternativo” que puede ser muy interesante. Es grande hasta el hartazgo porque tiene toda la pinta de ser un caserón gigantesco abandonado en mitad del casco antiguo que cogieron unos ocupas y lo convirtieron en un hostal, al punto de tener un bar bastante grande dentro. Tiene mucha fiesta y ambiente internacional (esto último es típico de los sitios de mochileros así que no debería ser un punto a favor). Lo malo, es sucio hasta decir basta, todo se cae a pedazos, todo es viejo y tiene pinta de que te van a contagiar el tétanos solo dándote el cambio al pagar. Las duchas están verdes de moho, las camas tienen más muelles que relleno, las ventanas no se cierran, compartes habitaciones con dieciséis personas más, no hay criterio ninguno de entrada y creemos claramente que entran vagabundos a dormir por las noches. La mitad de las consignas no funcionan y da un miedo horrible dejar tus cosas allí, menos mal que no teníamos nada. Eso sí la sensación de estar en una peli postapocalíptica donde te rodea, sexo, drogas y mucho rock and roll es constante, por eso dije antes que era… interesante.

Decidimos echarnos una siesta infernal tras las noche anterior, cual fue nuestra sorpresa que un grupo de rusos estaban meando en los lavabos, estos bolcheviques no saben lo que es la civilización (es broma para el que se sienta afectado). Tras dormir cuales marmotas invernales, decidimos dar una vuelta por la ciudad tranquilamente. Para el que nunca haya estado en Edimburgo decirles que es una ciudad con una magia especial, que empapa cada losa de la calle, cada piedra de su casco histórico y lo digo yo que vengo de Cádiz. Pero es diferente, una ciudad mística y envolvente. Así que paseamos felices y descansados por esa magnifica urbe. Fede y yo compramos unos puros habanos (pero no de los que duran todo el verano) y Fede también se pilló un zippo que sólo lo he visto utilizando en Escocia.

Comimos en un típico pub británico y comimos haggis, la comida de Escocia por excelencia. Para el que no lo sepa es toda la carne mala de cordero, pulmones, tripas, corazón y tal metidos con avena y especias en el estomago y frito a saco. Puede sonar asqueroso pero la verdad que parece y sabe bastante parecido a la morcilla, algo más picante. Tras esto fuimos al hostal que tenían la Hora Feliz muy temprano (UK claro) y empezamos a beber a saco, whisky, vodka y cerveza… empieza la vorágine.

A nuestro alrededor se desencadenaba una fiesta de cumpleaños para una del staff del hostal y nos sumamos a ella. Cuando deambulábamos por allí descubrimos a Aingeru tocando un piano desafinado en mitad de las escaleras mientras alrededor suya la gente se sumaba a aquella bacanal okupa. Una visión aterradora.

En la cocina ponen comida y Aingeru desaparece del piano, no sabemos como pero esta allí y después acá y luego en la otra punta. Se movía a una velocidad vertiginosa, había sido ninja en una vida anterior y estaba usando sus habilidades para robar comida. Fede y Alberto se limitaban a comer mirando mal a todo el mundo, por si alguien se atrevía a decirle que no lo hicieran.

Tras esto Fede había descubierto con un amigo que la zona de Rose Street tenía un ambiente muy bueno de fiesta. Después de recorrer la calle vimos que todo había sido mentira. Desilusionados y mirando para las Islas Marshall (osea moraos) nos encontramos unas guiris que nos dirigieron hacía ninguna parte, al rato las maldecimos y nos fuimos del lugar. Siguiendo un mal derrotero acabamos en un lugar que no queríamos acabar, conocimos a Las Puretas.

Fingers Piano Bar. Reservoir Dogs mode on.

Bien espero no equivocarme, debido a lo problemático de la noche, sus protagonistas quieren que se mantenga en secreto, pero han accedido a que sea narrado si los nombres están en clave. Así que todo estará en clave y contare esto en tercera persona.

El grupo de personajes que conoceremos como señor Blanco, señor Rosa, señor Rubio, señor Marrón, señor Azul y señor Naranja, se dejaron seducir por un grupo de tres mujeres bastante mayores y desesperadas (por no decir guarras, bueno ya lo he dicho). Estas mujeres los llevaron a un bareto de pureteo total y allí se sentaron. El señor Rosa se sentó con una, el señor Naranja le siguió el rollo a otra y el señor Blanco no tuvo más remedio que sentarse con la otra, el resto pudieron librarse de sus veteranas garras. El señor Rosa estaba bastante cómodo y el señor Naranja se dejo persuadir por el resto y le tiró los trastos a la suya. Por otro lado el señor Blanco sudaba copiosamente mientras la suya le metía mano por debajo de la mesa y le decía cosas como “las inglesas follamos mejor que las españolas” y él “¿a sí? Nunca he estado con ninguna” y ella, “esta noche lo estarás”. Visión espeluznante si a eso le sumamos que el señor azul metía “chicha” al juego acariciando la mano a la mujer como si fuera el señor Blanco. Tras unas charlas bastante frívolas las tías dejaron claro que es lo que buscaban y con el terror en los ojos del inexperto grupo de jóvenes, fueron raptados hacía el garito infernal cuyo nombre no olvidarán jamás… Fingers Piano Bar.

El señor Blanco, el más asustado es raptado por este grupo de arpías británicas. Dentro del garito vieron la cruel realidad, un piano tocado por un hombre ya mayor que al parecer liga mucho por tener una lustrosa melena y tocar el piano en un sitio lleno de cuarentonas cachondas se sentía el puto amo. Entraron, se pidieron las pintas exigidas por el protocolo británico y observaron el terrible panorama. El señor Rosa se dedicó toda la noche a comerle la oreja a una de ellas, el de verdad quería temita y se apartaba para hablar y hablar todo el tiempo. El señor Naranja cuando se quiso dar cuenta estaba liándose con la suya de una forma bestial, refregándose el pelo, el cuerpo, metiéndose mano, una visión asquerosa. Y de nuevo cuando vimos que pasaba, estaban medio chingando contra la pared en lo alto de la tarima en mitad del bar, tal fue el espectáculo que le tuvieron que llamar la atención. El resto de señores reían como locos.

El pobre señor Blanco huía de la suya, porque la pobre era la más fea sin duda y la más desesperada, hasta un punto repugnante. El señor Azul intentó ayudarla ante la negativa del señor Rubio y la pasividad del señor Marrón. Pero al acercarse la mujer acarició y se insinuó al señor Azul y este tuvo que huir cual comadreja asustadiza. El pobre señor Blanco no tenía escapatoria y cuando se volvió a ver, estaba también liándose con la señora (si, señora con todas sus letras). Fue el momento en el que el señor Azul y el señor Marrón se plantearon el huir del lugar, sobre todo porque al señor Azul estaban empezando a acosarle otras señoras del lugar. Así que ante la sorprendente respuesta del señor Rubio de quedarse solo allí en medio, los otros dos se fueron.

La historia se divide en dos. Por un lado el señor Marrón y el señor Azul compraron unas hamburguesas en el imperecedero McDonnald y las comieron en la cocina del hostal mientras aún se libraba aquella fiesta infernal. El señor Azul maldice el mundo y su hipocresía mientras el señor Marrón escucha pacientemente. La anécdota graciosa viene cuando la típica enteradilla modernita alternativa medio hippie medio carajota dice “¿ustedes sabeís la de mierda que lleva las hamburguesas del McDonnald? Hay un documental que lo dice” a lo que el señor Marrón responde “¿Qué bebes? ¿Cerveza? ¿Sabes sobre la cebada transgénica y la mierda que llevan las cervezas hoy en día? ¿Quieres que te joda la cerveza?” y ella huyó con la cara color culo de babuino. Fue el héroe de la noche, aunque el señor Marrón mantiene que los héroes eran aquellos tres valientes que se quedaron para enfrentarse con tales arpías en tal hostil ambiente.

Al poco el señor Rubio apareció abatido en el hostal sin haber pillado nada. Al poco, el señor Blanco y el señor Naranja riéndose. El señor Naranja había pedido románticamente un idílico encuentro en el cuarto de baño a la que las señoras se negaron, así que prefirieron retirarse. Pero el señor Naranja tenía los huevos mas gordos que los de un Condor y necesitó alivio en el cuarto de baño (jajaja, pongo esto porque realmente es cómico) ya que no podía ni andar del dolor. A la mañana siguiente apareció el señor Rosa duchado y satisfecho, era el torero de la noche, si es que se le puede llamar así.


Dormimos con la extraña sensación de haber pasado la noche más surrealista de nuestra vida. La noche en Edimburgo puede ser peligrosa para unos indefensos mochileros sin experiencia, advertidos quedáis.

Día 6 – Moribundos (0,00 Km. Vamos segundo día en Edimburgo)

La oscura noche de Edimburgo terminó. El surrealista encuentro en la Tercera Fase (o cuarta o quinta, nadie podría decirlo) y la fiesta infernal en el antro okupa nos había dejado tocadísimos del ala. Nos despertamos en aquel horrendo lugar en el corazón de la capital escocesa y mientras arreglábamos los preparativos para mudarnos de hostal vimos algo de la carrera de Alonso en una especie de Common Room que como todo, se caía a pedazos. Paseamos hasta el otro lugar y dejamos los pertrechos y dormimos algo en el nuevo hostal. Tengo que decir que mi anterior viaje a Edimburgo haya por el lejano Diciembre del 2008 (ósea hace nada) había llevado mis pasos a este hostal también y el lugar era buenísimo, muy limpio, barato y unas instalaciones realmente alucinantes. El peso de 6 días luchando contra todo hizo mella en el comando. El único que pudo hacer algo fue Aingeru que fue a visitar a una amiga al son del “fóllatela” de Alberto y Fede.

Después paseamos por la ciudad, hicimos un mini picnic en una colina que señoreaba al centro de Edimburgo. Nuestro saludable picnic se componía de hamburguesas del McDonnald (asco de Lolo y su mierda de adicción a estas mierdas… asco de McDonnald). Tras retozar y hacer fotitos paseamos por el centro, vimos el castillo, la Royal Mile y lo típico que hay que ver en Edimburgo. La verdad que nos apetecía más pasear tranquilos que ver cosas pues todos menos Alberto habíamos estado ya en Edimburgo. Encontramos un parque con un gran césped y allí nos tiramos a descansar. La sorpresa vino cuando los seis nos quedamos dormidos, imaginaos a seis españoles roncando en mitad de Edimburgo sin coscarse de nada, para que nos hubieran robado.

Al despertarnos a la hora o así fuimos al hostal, ya era por la tarde y queríamos dejarlo todo preparado. Fuimos Jon, Fede y yo a comprar algo de comer y mientras Jon explicaba los sistemas de seguridad para edificios modernos de empresas importantes. Realmente interesante por cierto, estaba disfrutando bastante de la diversidad educativa de mis compañeros (poned voz de pedante inglés de Oxford).

Al volver ya era de noche, el día había pasado volado y nos lo habíamos pasado dando vueltas y descansando. Había que coger fuerzas para la última jornada del viaje que prometía ser “legen-dary”. Bueno ya en el hostal, pude sacar a relucir mis habilidades como Chef (poned voz fardona) y preparé un plato de pasta digno de reyes, ¿Qué digo de reyes? De emperadores como mínimo, del que todos dieron habida cuenta menos Lolo, que con su habitual desgana prefiero la pasta con tomate por encima sólo. Si, lo sé, pobrecito, pero todo el mundo tiene cavidad en este mundo de Dios. Como yo había cocinado el resto se jugó limpiar los platos al mus, empezaron ganando Alberto y Fede, pero Jon sacó su sangre vascongada (mezclada con sangre del sur pero eso es otra historia, si es que estos nacionalistas son más falsos que los masillas de los Power Rangers) y dijo “a mi no me gana un Madrileño”, pero aún así perdieron y Fede se pavoneó delante de ellos durante un buen rato, mientras Jon contenía su furia foral.

Tras esto nos fuimos a la zona Chill Out con su televisor y sofases (¿sofás tiene plural? Am si, sofás). Allí terminamos de ver Dirty Dancing y luego elegimos nosotros y claro, estábamos en Edimburgo, ¿Qué mejor película que Transpoting? Bueno vale BraveHeart, la verdad que no recuerdo porque no la vimos. Pero moló ver Transpoting en inglés tomándose un whiskito escocés. Tras esto, fuimos a la camita destrozados y con el cansancio infinito en nuestros hombros.

Personaje del día. Jon: Terminando este blog comprobé sorprendido que Jon nunca sale citado por una hazaña personal y me sorprendió. Si es verdad que fue un personaje más pasivo en ese aspecto, pero eso bueno, dice algo bueno a su favor y es que es una persona muy equilibrada. Me siento muy identificado con el y le admiró mucho (aunque últimamente te estas luciendo macho, no te quejes del karma que te lo estas buscando tu solito), es una persona con fuertes principios y un gran sentido del honor. Siempre y cuando digo siempre, puedes confiar en él. Nunca te va a fallar, siempre va a estar a tu lado y es una persona con la que te diviertes muchísimo. Es verdad que anécdotas no tiene y como dije antes pues me sorprende pues he hecho viajes con él a otros lugares y siempre tenemos algo que recordar. Quiero terminar diciéndole, muchas gracias Jon por haberme dado la oportunidad de conocerte. Y ahora vamos a escupir un rato y beber cerveza que me siento un poco gay.