Hola de nuevo señoras y señores. Sí aún siguen leyendo esto es por dos razones, o por que Fede ha ido personalmente a vuestras casas a obligaros a hacerlo o porque realmente les está gustando. Espero que sea lo primero pues yo he tenido (bueno sobre todo Lolo y Alberto) que aguantar a Fede todo el año y ahora os toca a vosotros, cabrones. No no, es broma, ojala sea lo segundo pues yo también estoy disfrutando escribiéndolo.
Este cuarto día fue bastante raro la verdad. Viajamos muchísimo, que no os engañe esos 373,37 kilómetros. En Escocia las distancias son cortas pero eternas por el mal estado de las carreteras y lo escabroso del paisaje como ya comenté. Por tanto viajamos casi todo el día. Aún así el comando no estaba dispuesto a dejar pasar oportunidades.
Buscabamos una destileria que era la unica de Escocia que ofrecia un recorrido y una cata gratis. Así que dando vueltas y vueltas por terrenos imposibles, a los que se le suma el ansía de Fede por vernos morir, encontramos un castillo que mágicamente estaba al lado de la destilería. Nos colamos en el castillo (otra vez) aunque esta ves me dio algo de penita, pues quién la regentaba era una señora mayor (esta claro que una funcionaria muy vieja o algo así, quiero pensar que esa mujer no vive de la gente que entra al castillo, por favor). Nos colamos con la táctica del guiri que no se entera de nada y la pobre mujer pues o no se atrevió a decirnos nada o lo dijo pero la ignoramos. Ya dentro el castillo no tenía mucho y Carlos (si, en efecto, hablo en tercera persona porque a veces me doy vergüenza) estaba enfadado porque en Escocia a todo le llamaban castillo cuando aquello era claramente un caserón fortificado. Mientras estos charlaban en el jardín del patio interior yo me dediqué a explorar los entresijos del lugar. Luego cuando pasó el tiempo vi una foto en Internet que había ganado un premio por no estar trucada. Y era la foto de un fantasma ¡En ese castillo! No creo en esas cosas pero pone los pelos de punta averiguar al tiempo que por donde anduviste sólo (y tengo que reconocer que recorrí pasillos y huecos de chimenea prohibidos al público porque no había nadie allí) habitan fantasmas de los que existen pruebas físicas.
Luego de allí fuimos felices a la destilería. El lugar era bonito, la verdad, en mitad de un valle. Tras hacernos esperar y ver con asombro que un chupito de un whisky de 30 años costaba 35 pounds y otro de 40 años costaba 70, nos metieron en un pequeño cine a ver una película. La película parecía realizada por el mismísimo Ridley Scout (para los profanos el director de Gladiator, Black Hawck Derribado o El Reino de los Cielos) y con aquello nos bromeo la guía. Pero la película para no contar casi nada (vamos la fundación de la destilería) contenía una pesada carga épica que realmente creías que ese hombre por fundar aquel lugar había salvado a Escocia de las malvadas garras inglesas. Tras esto nos enseñaron las bodegas, a distinguir olores y un whisky que lleva dormitando 70 años y que nos dijo que era imposible calcular el valor de una botella de aquél dorado néctar celestial. Tengo que apuntar que Aingeru creo que sufre de Anosmia o la enfermedad de no oler nada, no sé si es enfermedad pero creo que es de nacimiento. Pero cual fue la alegría general cuando este hombre pudo percibir levemente el fuerte olor del whisky que contenían aquellas viejas barricas. Al final probamos el whisky (realmente delicioso) y nos fuimos del lugar.
Por el camino paramos a comer en un pequeño pueblo entre bosques infinitos de pinos nuestros acostumbrados crackers con paté, snickers y choped asqueroso. Después de comer jugamos a rugby con nuestro balón nuevo en un campito al lado de una iglesia. Lo pasamos genial dandonos golpes y descubrimos entre carcajadas que Aingeru es de esas pocas personas en el mundo que es capaz de correr -3 km/h. ósea que cuando corre se da un extraño fenómeno por el cual el mundo sigue anvanzando pero el retrocede ligeramente en uno de los tres tiempos que existen, si este blog lo hubiera escrito Alberto nuestro entrañable físico seguramente lo habría explicado mucho mejor, pero resumiendo que cuando corre va mas despacio que cuando anda. Pero si es verdad que cuando te placa, el recibe más daño que la víctima, es un sacrificado para todo.
Luego corrimos alegres al son de “Amigos para siempre” por los sinuosos caminos del norte de Escocia, la sensación de que el viaje estaba en su ecuador se subió al coche con nosotros. Disfrutábamos del paisaje camino de Aberdeen, una ciudad bastante grande en la costa. Cuando de repente, un pavo real se interpuso en nuestro camino. Íbamos bastante rápido y el pavo frenó en seco delante nuestra y milésimas de segundo antes de explotar en mil pedazos nos miró como diciendo “what the fuck?” (es un pavo británico habla en inglés). Miramos hacía atrás y el pavo no estaba, sólo una nube de plumas. Las reacciones generales fueron dignas de estudio pues nadie pensaría jamás lo que pasó a continuación. A Fede se le saltaron las lágrimas y murmuró algo como, “pobre… ¿Por qué tuvo que hacer eso?” fue realmente maravilloso ver el lado tierno de este monstruo testosterónico pero lo macabro fue… Aingeru. Empezó a reírse y a saborear cada instante de la trágica muerte de aquél animal hasta el punto de pasar días y seguir riéndose. Aún en Newcastle tres días después, si Aingeru reía le decíamos, “no me digas que aún te acuerdas del pavo” y asentía con lagrimitas de sádica alegría recorriéndole las mejillas.(Nota personal de Lolo el editor: querido lector te pido humildemente que si ya has hecho el esfuerzo de leer hasta aquí hagas un poco mas y guardes un minuto de silencio por la muerte del pobre pavo sacrificado para engrandecer nuestro viaje a Escocia con mayor numero de anécdotas, la viuda y sus hijos huérfanos te lo agradeceran).
Al llegar a Aberdeen (¿no fue Dundee? No lo sé Lolo pisha dame vidilla, que llevo to el día con la mierda blog, ups lo siento), una niebla infernal (pero infernal de la buena, que no se ve a nada de distancia y con Fede a toda ostia, díganme ustedes, es que ahora estoy preparado para todo) cubría la ciudad. Encontramos un Lidel donde pudimos comprar comida. Allí mientras comiamos le preguntamos a la cajera sobre que podíamos ver en Aberdeen y nos miró como si fuese maníacos sueltos por Escocía (no le faltaba razón) y nos dijo “what? Nothing…”. Así que cogimos las cosas y nos fuimos tras comprobar que toda la rejilla delantera del coche estaba llena de sangre y plumas. Aingeru había comprado una ensalada de patatas que odiaba, bueno todos odiaban. Pero no sé porque a mi me recordaba un poco a papas al ali oli y claro me las comí. Al rato deje de hacerlo, era verdad, estaba asqueroso y el bote era bastante grande. Así que “accidentalmente” se me calló por la ventana y estalló contra el asfalto.
Corrimos como locos en busca la siguiente ciudad que era Dundee, tampoco nada que ver. Cuando los británicos construyen ciudades la verdad que si no es Londres, las hacen bastante mierda. Así que pasamos de largo hacía Stirling, cuna de las proezas de William Wallace y uno de los sitios más esperado. A lo largo del día a Fede algo no le había sentado bien y había estado cagando mas o menos cada hora, así que podemos decir que dejó su particular reguero de mierda por ese país tan fértil, al que Fede ha hecho más fértil aún.
Llegamos en noche cerrada a la ciudad, contemplamos de lejos su castillo y los ojos se nos hicieron chiribitas. El lenguaje entre seis hombres sucios, mugrientos y artos de camino se había convertido en un barrizal donde la palabra zorras y zorreo había alcanzado limites de record. Y allí en Stirling no iba a ser menos. Nos dimos una vuelta por la ciudad buscando posibles lugares para dormir (no hablo de hostales ni nada de eso) y nos pareció un buen lugar la estación de trenes pero, daba mucho el cante seis tíos “esperando” un tren. Cenamos en el Mcdonnald (de nuevo) y otra vez nos entró la furia recolectora de tickets del monopoly para conseguir más comida. Al volver nos paramos en un pub irlandés a tomar las pintas requeridas, con música en directo y fornidas mujeres locales echándonos el ojo. Las bebimos medio dormidos y salimos tambaleantes hacía el coche.
Al entrar en el coche, comenzó a llover. Toda expectativa de dormir en la calle se fue al garete. Así que nos resignamos a dormir dentro del coche. Fue una tortura física y mental horrible, pues no cabíamos bien en el coche y no nos podíamos mover. En mitad de la noche Alberto huyó, lo que hizo, nadie lo sabe, pero cuando despertamos, estaba allí durmiendo de nuevo. Mis rodillas querían reventar, había pasado casi todo el día sentado viajando y ahora tenía que volver a dormir sentado, mi cuerpo no me quería. Y fue entonces cuando en mitad de la noche, en una ciudad extraña miras la pequeña rendija de la ventana del coche y dices, por ahí podría meter un mendigo un dedo untado en Ántrax y contagiarme o robarme los tenis. Todos se rieron de mi diciendo “si el típico vagabundo con el dedo lleno de Ántrax que roba tenis (tenis en Cádiz es zapatilla de deporte)”. En mitad de la noche Aingeru comenzó a hablar sólo y a asentir murmurando de una forma muy cómica. Recuerdo que yo no podía aguantarme de la risa y llegó un momento que lo hizo tan fuerte que se despertó a sí mismo. Jon y yo estallamos en risas a la vez y Aingeru nos miró sorprendidos con un “joder me he enterao hasta yo”. A esto que Fede gritaba que Alberto se había pasado la noche eructando, pues no roncaba eructaba, de Lolo no se supo nada en toda la noche lo q tiene estar enclaustrado con las maletas en el asiento trasero. Definitivamente las noches que pernoctas en los coches no son cómodas pero si bastante cómicas, reír por no llorar.
Cuando me quise dar cuenta se hacía de día y una noche horrible, en un coche horrible rodeado de gente horrible daba a su fin (si lo sé no tengo buen recuerdo de aquella maldita noche).
Personaje del día. Aingeru: Que decir de Aingeru. Es esa persona callada, que esta en una esquina observando, tímido. Es ese amigo entrañable que al ser tan tímido cuando se descoca, derrocha gracia por todos los poros. Aingeru es un buen amigo aunque a veces saque de sus casillas al más pintado. Y aunque su nobleza es patente, Aingeru demostró a lo largo del viaje un lado oscuro bastante acojonante, que aunque supieras que nunca haría nada contra ti, ahí estaba. Pero por encima de todo, Aingeru es el entrañable, el que se apunta a todo y el que nunca sabe decir que no. Merece mucho la pena tener como amigo a Aingeru.
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